ubicación Estancia Moat
Historia
Moat, la última frontera

La Misión requería nuevos integrantes y nuevos oficios. Y fue así que John y Clara Lawrence, el maestro y su mujer, llegaron a Tierra del Fuego. Los yámanas no se adaptaban fácilmente al estilo de vida que se les quería imponer, y mientras algunos aprendían a trabajar la tierra, a leer y a escribir y a permanecer callados durante el oficio, muchos otros añoraban un estilo de vida que, rápidamente, se iba convirtiendo en un recuerdo.

En 1884 el gobierno argentino envió una expedición al canal Beagle. Los resultados fueron: la fundación de la ciudad de Ushuaia, el establecimiento de la gobernación de Tierra del Fuego y, por uno u otro motivo, la muerte de más de la mitad de los integrantes del pueblo yámana.

En 1886, Bridges, fundador y factotum de la misión anglicana de Ushuaia, dejó su puesto para instalarse en las tierras que el gobierno argentino le había obsequiado en reconocimiento a su obra. Allí fundó la estancia Harberton que, todavía hoy, constituye uno de los sitios más sugerentes y más dignos de ser visitados de toda la Patagonia. Desde entonces y hasta 1911, las misiones de Ushuaia, Keppel y Río Douglas fueron algo así como las casas del último pasaje en las que un grupo cada vez más reducido de aborígenes asistía a la desaparición de un mundo que hasta hacía poco consideraban eterno. Y John Lawrence (el primer maestro de Tierra del Fuego) sus compañeros fueron los que se ocuparon de darles alivio en esa situación para la que, quizás, no había alivio.

 







Así pasaron más de diez años, hasta que Lawrence descubrió que quien necesitaba alivio era él. O en todo caso que, fuera lo que fuese lo que le quedaba por hacer, ya no podía hacerlo en Ushuaia. En 1899, dejó la misión y se trasladó a los campos que le ofrecía el gobierno para fundar la estancia Remolino. Y, muy pronto, el sitio se convirtió en una especie de misión alternativa y en un refugio para los aborígenes.

Mientras tanto, Ushuaia empezaba a convertirse en un pueblo “de verdad”. Los colonos de 1884 se habían asentado y algunos de los más inquietos empezaban a buscar nuevos horizontes. En 1902, Antonio Isorna, uno de los empresarios más destacados de Ushuaia, solicitó y obtuvo el arriendo de una parcela situada sobre los canales Beagle y Moat a la que bautizó con el nombre de: Estancia Moat.

Existen diversas hipótesis acerca del origen del nombre. Según las distintas fuentes, Moat pudo haber sido un marinero de alguna de las expediciones del siglo XIX, el nombre del pueblo natal de Clara Lawrence o un topónimo descriptivo (Moat, en inglés, significa “foso” y de acuerdo a una curiosa descripción, el campo está atravesado por un número significativo de fosos y canales).

A la muerte de Isorna, el campo fue heredado por su hijastra, Ana Teresa Costa y, después, por el hijo de ésta, Martín Lawrence. Moat, como antes Remolino, se convirtió en uno de los sitios de concentración de los últimos yámanas. Allí vivió María Felisa Kusanche y allí creció su hija, Enriqueta Varela considerada, por muchos, la última aborigen que vivió en el sector argentino de la Tierra del Fuego.

En la década del ’80, el sitio adquirió gran notoriedad por su proximidad a las islas Picton, Lennox y Nueva, objeto de una agria disputa fronteriza entre las naciones de Argentina y Chile. Y todavía hoy y pese a lo anticuada que puede resultar la expresión, sigue siendo algo así como la última frontera de la civilización en Tierra del Fuego.